Óscar Sánchez, siete años de coraje

Óscar Sánchez en su etapa en el Valladolid. A la derecha, en una imagen reciente
Inusual alineación del Real Valladolid durante una pretemporada: Ricchetti, Mateo, Figueredo, Peña, Bizzarri, Rafa, Iñaki, Oscar Sánchez, Pachón, Sousa y Aduriz, que llegó ese verano (2004)

José Anselmo Moreno

Ahora Óscar Sánchez “El Ñapas” está en Murcia tras dejar Marbella, donde trabajó la pasada temporada en su cuadro técnico. Cuenta desde allí que en Valladolid le pusieron Ñapas porque “llegamos muchos nuevos a la vez y había que poner cortinas en las casas, colgar cuadros, apliques etc, y yo iba con mi taladro para hacer lo que podía, lo instalaba todo y luego en algún caso no duraba mucho tiempo pero bueno, yo ya me iba porque había hecho mi trabajo”, ironiza el ex jugador. Está confirmado, según diversas fuentes, que su bricolaje voluntarioso y bienintencionado no duraba mucho.

Sin embargo, cuántos amigos dejó por aquí y qué bien se habla de él. Sin excepción. Es de esas personas que ponen de acuerdo a todo el mundo, un gran tipo. En Pucela le fue bien, salvo una lesión grave de rodilla en un partido de Copa en Riazor. No obstante, desechó una oferta de renovación del Real Valladolid, donde estuvo siete años, para jugar en el equipo de su ciudad. Allí le metió dos goles al Pucela un 25 de febrero de 2012 para una victoria local (2-0). Era el Valladolid de Djukic que terminó ascendiendo.

Óscar, que se había marchado tres años antes, no los celebró y eso que uno de ellos fue el mejor gol de su vida en un disparo brutal. Dejó Pucela al final de la temporada 2009/10. Casualidad o no, fue marcharse y bajar el equipo a Segunda División. Carlos Suárez siempre valoró la labor impagable de Óscar en el vestuario, incluso lo dijo en su despedida. Por cierto, en aquella época estuvo tentado por la MLS norteamericana y, de hecho, estuvo varios días probándose en Toronto, pero al final lo rechazó todo para volver a Murcia.

LLEGADA A PUCELA

A Valladolid llegó en el verano de 2002, procedente de Badajoz. Su primer entrenador en Pucela fue Pepe Moré, quien le hizo debutar en Primera División un 18 de septiembre de 2002, nada menos que contra el Real Madrid en el estadio Zorrilla.

Jugó de extremo izquierdo y realizó una buena actuación, poniendo muy buenos centros ese día. Aquel año, con un equipo de currantes, se ganó en Zorrilla al Barça, al Atlético o a la Real Sociedad subcampena, pegándola un meneo de 3-0 y pudieron ser muchos más. Visto con la perspectiva del tiempo fue muy meritorio lo que consiguió aquel equipo, salvándose holgadamente con Pepe Moré al mando de las operaciones.


Insiste en que tras venir del Badajoz (qué dirían ahora si el Pucela fichara del Badajoz) se encontró con un plantel que era una familia como no ha vuelto a ver otra desde entonces, Eran los tiempos de la Casa Vasca, donde quedaban y se decían de todo. “Allí encerrados salían los trapos sucios, pero sin ánimo de hacer daño a nadie y mirando exclusivamente por el bien del club”.


“Pasábamos mucho tiempo juntos, solos o con nuestras mujeres, pero nos apetecía estar juntos, eso nos daba puntos también. Recuerdo que quedábamos en casa de Marcos, que cocinaba como el culo, pero nos ponía unas patatas fritas y generaba un ambiente buenísimo que era clave del vestuario. Ahora igual se reúnen en un restaurante bonito, pero nosotros en casa de Marcos y con unas cervezas éramos felices “, evoca Óscar.


Lo peor para él en Pucela fue la referida lesión de rodilla que le paró en enero y que le impidió gozar de aquella mítica temporada de Mendilibar. Para quedarse con lo mejor vuelve otra vez a la familia que se forjó entre jugadores y el cariño de la gente hacia ellos, que sigue percibiendo por la calle cuando viene a Valladolid.

Tras siete años en Pucela, Óscar Sánchez Fuentes (Murcia, 19-12-1979) tomó un nuevo rumbo en su carrera deportiva después de habitar en ese Pucela que pasó por el infierno de Segunda hasta alcanzar la Primera División con aquel primer equipo de sello Mendilibar (el año que se batieron todos los registros). Y ahí estaba este murciano, lateral izquierdo y extremo, el alma de aquel vestuario junto a amigos como Alberto Marcos, Víctor Fernández, García Calvo o Borja Fernández. Ellos (no sabe quién) le pusieron el sobrenombre de El Ñapas. Pues probablemente Borja, con quien discrepa de sus gustos musicales pero eso también me pasa a mi y se sobrelleva.

En 2014 se retiró del fútbol con 34 años. En su rueda de prensa de despedida tuvo palabras conmovedoras hacía el Pucela. Atrás quedaban 257 partidos en Segunda División más 65 en Primera, todos con el Real Valladolid y 36 de ellos como titular. Sus comienzos fueron en el fútbol sala, deporte que practicó hasta los diez años.

Más tarde, estuvo cuatro temporadas en el Cordillera, antes de que se fijase en él el Atlético de Madrid, después de jugar varios partidos con la selección murciana. Se fue a Madrid con solo 16 años, como juvenil de primer año y promocionó hasta el filial. También hizo algún entrenamiento con el primer equipo e incluso fue en una convocatoria de 19 a un partido en Primera.


En 2001 se fue al Jaén pero no llegó a debutar y tras la primera jornada acabó en el Badajoz, disputando 34 partidos en Segunda y llamando la atención de varios clubes, entre ellos el Real Valladolid. Cuando quedaba un mes para acabar esa temporada firmó, aunque antes habló con Gaspar, excompañero en el Atlético y también vino a Valladolid a conocer la ciudad.

Dice que en 2006 llegó Mendilibar y les hizo aún más familia de lo que eran. A Valladolid, además, le une el hecho de que sus dos hijas, Carla y Celia, son de aquí. Su etapa en Pucela, donde disputó un total de 160 partidos, anotando siete goles, comenzó con anécdota porque le tocó en la habitación, de compañero, José Luis Pérez Caminero. Se quedó impresionado. Había estado en las categorías inferiores del Atlético y estaba al lado de un jugador que allí había sido Dios.

HASTA DE PORTERO

En el Real Valladolid le fue todo rodado menos la referida lesión de rodilla en Riazor tras una entrada de Antonio Barragán durante un partido de Copa. La verdad es que Riazor siempre le marcó. De allí salió Óscar con el ligamento cruzado de su rodilla derecha roto y allí mismo reapareció seis meses después.

También de Riazor salió Óscar con los guantes de Sergio Asenjo en 2008 después de defender, y con notable acierto, la portería del Pucela tras una expulsión del guardameta palentino. Se puso su equipación y como Asenjo estaba “mazao” a Óscar le sobraba camiseta por todas partes.

Así pues, Óscar puede decir que jugó hasta de portero. Tras retirarse de subir la banda izquierda, aunque en sus últimos años también llegó a jugar de defensa central, ha sido técnico y ayudante de José Manuel Aira, en varios equipos españoles y en el Sochaux francés. “Me retiro del fútbol porque la rodilla volvió a darme guerra, y sigo a José Manuel como ayudante, trabajar con amigos siempre es edificante”.

En esa etapa, estuvo en la Cultural Leonesa, en el Albacete, en Francia y en el Marbella entre otros equipos. En Marbella dimitieron porque vieron que no se cumplía el objetivo pese a tener en plantilla a jugadores de la clase de Granero que, según Óscar, era el más profesional de todos. Ahora Óscar vive entregado a su familia y viendo fútbol. Recientemente hizo un paréntesis en su vida para pasar una buena temporada en Cabo Verde y vivir allí experiencias vitales inolvidables: «Duchas de agua fría con un barreño, gallos a las 6 de la mañana despertándote, y muchas más cosas que con el paso de los días te das cuenta de que podemos quitarnos la mochila de las excusas y que podemos ser capaces de adaptarnos a cualquier situación, sólo es cuestión de actitud y valorar lo realmente importante».

Y cuando terminamos de hablar, se sigue ocupando de sus hijas y pregunta por excompañeros a quienes no ve hace mucho pero que siguen siendo su familia. Ese punto de cohesión puede parecer anecdótico pero en varios capítulos de este libro ya se refleja que un buen vestuario otorga un mínimo de diez puntos por temporada. Óscar, el Ñapas, era uno de los que aportaban el cemento para que un grupo de amigos salieron a jugar al fútbol y donde no llegaba uno llegaba el de al lado. En definitiva, el concepto de equipo en el más amplio sentido de la palabra. Así se salvaba sin apuros aquel Valladolid de Moré, y ganando siempre algún partido a los grandes. Ahí nació el lema que actualmente sigue rigiendo en las paredes del vestuario. “Ningún jugador es tan bueno como todos juntos”.

En la temporada 2008/2009 y, a la derecha, con Borja Fernández en Murcia.

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