Onésimo, el quiebro de La Pilarica

En 1986 y, arriba, durante su etapa de entrenador
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Presentación del Real Valladolid de la temporada 87/88

José Anselmo Moreno

Lo suyo era el regate, el quiebro. Lo hacía con una naturalidad asombrosa. Sin miedo a fallar, era consciente de que estaba en su terreno y volvía a intentarlo aunque no le hubiera salido bien. Es ahí donde se establecía la diferencia entre Onésimo y los demás. Pasa mucho en baloncesto, deporte en el que su hija destacaba. Aquel que falla dos triples ya no lanza en todo el partido, se le encoge la muñeca y ve un aro diminuto e imposible. One seguía percutiendo. No era tanto obstinación como valentía y además, con la pelota pegada a su bota derecha, no se le iba ni medio metro y eso desesperaba a los contrarios. Si las cosas sucedían sobre la línea de cal aquello mezclaba fútbol y funambulismo. Y a veces no salían, es cierto, pero One volvía a la carga. El defensa lo sabía, de modo que era imposible dar por terminado aquel juego de engaño y atrevimiento a partes iguales.

Así es como Onésimo se divertía y divertía pero, tal y como sucede con el lince ibérico, su especie está en extinción. No quedan apenas jugadores con ese fútbol de la calle trasplantado a estadios gigantescos. En realidad, como Onésimo no hay ninguno. Él no veía mucha diferencia entre el vado de un garaje de La Pilarica o la portería del Camp Nou. Lo que hacía con sus amigos a la hora de la merienda se podía hacer delante de 90.000 espectadores. ¿Y por qué no? Tal vez, ahí radicaba su grandeza, y aunque nunca fue por la vida de intelectual parecía consciente de que dominaba ese guión, por eso lo escribía una y otra vez, con mínimas variantes.

A todo esto, vaya por delante que los mejores partidos que yo le vi jugar a Onésimo nunca fueron como profesional, ni en el Valladolid, ni en el Cádiz, ni en el Rayo. Tras una conversación telefónica Valladolid-Vigo, no me quedó claro si él estaba de acuerdo en eso. Yo mantengo que las mejores jugadas que hizo en su vida fue en un destartalado viejo Zorrilla, ya parcialmente demolido en aquellos domingos por la mañana cuando jugaba el juvenil dirigido por Javier Yepes. Era aquel equipo de los Cano, Cundi, Juan Albero, Vaquero, Pereira, Bernal y, como no, con Onésimo Sánchez González. De hecho yo iba a esos partidos exclusivamente a ver jugar a Onésimo. Era impresionante cómo se iba de los contrarios como si fuera un adulto jugando contra niños. Él dice ahora que «jugaba con ventaja, ya me entrenaba a veces con el primer equipo y de estar con Pato Yáñez y compañía algo se me pegaba».


Onésimo Sánchez (Valladolid, 14-08-68) comenzó a destacar como futbolista en aquel equipo juvenil de ensueño. Con sólo 18 años, dio el salto a Primera División y debutó como titular en un partido ante el Real Zaragoza en Zorrilla, en el que sufrió el implacable marcaje de Rafa García Cortés. Le dio patadas hasta en el cielo de la boca pero no pudo parar sus diabluras. La cara de desesperación del pobre García Cortés era un poema. Un veterano, que había jugado una final de Copa de Europa con el Real Madrid, tuvo delante ese día a un tipo que le rompió todos los esquemas.

REGATEADOR TENAZ

Como futbolista, Onésimo ha sido uno de los mejores regateadores del fútbol español. Sin duda. Comenzó su carrera en el Valladolid de Azkargorta. En Pucela jugó en dos etapas diferentes (86-88 y 90-93). También lo hizo en el Cádiz (88/89), el Barcelona (89/90), el Rayo (93-96), el Sevilla (96/97), el Burgos (99/00) y en el Palencia (00-02).
Cuenta que empezó jugando de portero, pero salía con el balón regateando como hacía Higuita. Su fútbol era el de los callejones donde se crió entre los barrios Belén y La Pilarica, donde vivía. Jugó con latas, botellas de aceite y las porterías eran piedras o lo que pillaban. Cuenta que también probaban con las puertas de los garajes hasta que les llamaban la atención por el ruido y los balonazos porque era la hora de la siesta.

Onésimo no era rápido, de haberlo sido tengo para mi que hubiera marcado una época en el fútbol. Pero en espacios cortos ha sido el último Garrincha. Con el balón pegado al pie se escapaba en acciones inverosímiles. Yo le recuerdo en la referida etapa de juveniles hacer un regate y volver hacia atrás para volver a regatear al mismo. Para justificarse, cuando le recuerdas esto dice que, como no tenía velocidad, le volvían a coger tras el regate y tenía que regatear al mismo dos veces pero, en ocasiones, no era exactamente así. Lo de hacer un recorte para volver para atrás y hacer un caño al mismo lo han visto mis ojos.

La verdad es que por ese camino de los regates, el descaro y el atrevimiento, One se llevó muchas patadas, y aquellas eran otras defensas. Y otros defensas… Le recuerdo una vez verme bajar las escaleras del estadio en muletas y decirme: ¿Qué te pasa Moreno, que te has encontrado a Giner por el Paseo Zorrilla? Los zagueros de su época eran duros, pero él tenía la habilidad de irse en un metro y llegar cuanto antes al área, una vez allí sabía que era casi intocable. De hecho, provocó infinidad de penaltis.

No era un goleador, sus mayores registros fueron con el Rayo Vallecano: siete y seis goles en dos temporadas consecutivas (ambas en Primera). Con el Real Valladolid marcó un gol inolvidable, el de la primera victoria del equipo en San Mamés en toda su historia ante el Athletic Club. Fue un 20 de enero de 1991, con Maturana en el banquillo, y el gol de Onésimo en la segunda parte fue el tanto ganador (0-1)

LA ANÉCDOTA CON CRUYFF

De su año en Barcelona cuenta una anécdota muy jugosa. Él dice que el fútbol con Cruyff parecía otro deporte distinto. «Era un partido ante el Anderlecht belga y yo no estaba ni convocado, me llamaron el día antes, cuando estaba entrenando con el Barcelona B».
«Habíamos perdido 2-0 allí y en el Camp Nou íbamos 0-0 al descanso, Johan me llamó y me dijo: ‘Vas a salir en la segunda parte y les voy a decir a todos que todos los balones a ti, resuelves esto o te quito y pongo a Alexanco arriba», así lo recuerda Onésimo.
No entró ni en el vestuario, salió directamente a jugar la segunda parte y al sacar de centro le dijo a su paisano Eusebio: ¿Os ha dicho ahí dentro que me paséis a mi todos los balones? Se lo confirmó y le soltó al instante: «Pues ya sabes lo que tienes que hacer, el primero ya». One hizo un gran partido y se igualó el 2-0, pero el Barcelona cayó en la prórroga.
No se lo podía creer, ahí estaban Laudrup, Eusebio, Koeman, y se las daban todas a él. Para un jugador salido de la calle, no precisamente de una academia de fútbol, aquello fue algo inolvidable. Igual que jugar contra el Milán en Europa y tirarle un caño a Maldini, que entonces era Dios.

Así era Onésimo, puro descaro, un jugador que ya no existe. Como decía el periodista uruguayo Eduardo Galeano: ‘Cada vez hay menos carasucias descarados que se salen del libreto y cometen la desfachatez de gambetear a todo el equipo rival buscando la libertad’. Aunque no le conoció, definió a One de manera impecable.

Una de las frases de la filosofía de Onésimo Sánchez es «haz lo que tú quieras pero en eso tienes que intentar ser el mejor». Eso le dijo a su hija periodista, escritora e influencer, bajo el nombre de Lae Sánchez, cuando le manifestó su vocación: «Ella quería ser periodista pero era y es la más futbolera de toda la familia, jugaba muy bien y, sobre todo al baloncesto, era espectacular», recuerda un orgulloso progenitor que ironiza sobre el éxito de su hija: «Ahora la famosa de la familia es ella».

Una característica de Onésimo es su atrevimiento, lo era como futbolista y lo es como entrenador. Siempre ha odiado ese miedo que tienen algunos jugadores a perder el balón. One estuvo con los mejores a las órdenes de Johan Cruyff como entrenador y con el salvadoreño Mágico González de compañero en el Cádiz. El atrevimiento le viene de serie pero estar con ellos lo acentuó. Y el miedo a fallar de los jugadores actuales le pone de mal humor. «El puto miedo», le escuché en un partido como entrenador.

ENTRENADOR VALIENTE

Sin embargo, la carrera de Onésimo como técnico no ha sido tan espectacular como sus regates. A veces le faltó suerte y otras, llegó a los equipos en temporadas complicadas por diversos factores. Ser valiente como entrenador tal vez conlleve mayor peaje que serlo como futbolista. Primero pasó por la dirección deportiva del Palencia, aunque en la campaña 05/06 volvió a ligarse al club de Zorrilla, como entrenador del Valladolid B. En la temporada 06/07 repitió en el cargo, consiguiendo la permanencia en una promoción con el Valencia Mestalla.
A mitad de la temporada 07/08 se hizo cargo del Huesca, cuando Manolo Villanova fichó para intentar salvar al Zaragoza del descenso. El técnico vallisoletano consiguió ascender al equipo oscense en una durísima promoción. Fue uno de sus mayores logros hasta ahora, pero sorprendentemente no fue renovado.
Más tarde «One» tuvo que hacerse cargo del filial vallisoletano tras la destitución de Paco de la Fuente. Consiguió cambiar la dinámica de derrotas, pero no logró la misión de la permanencia. Después le llegó su oportunidad en el primer equipo del Real Valladolid con un vestuario «muy complicado» y fue sustituido por Javier Clemente. De lo que sucedió esa temporada se habla en otro capítulo.

Onésimo volvió a entrenar al Huesca, y Murcia en Segunda y al Toledo en Segunda División B, antes de hacerse ayudante de Eusebio en el Girona y de coger las riendas del Celta B, donde actualmente se encuentra. Días antes de escribir este capítulo, su equipo ha ganado 0-5 al Valladolid Promesas en los Anexos. Sus equipos son descarados y capaces de «recolectar» un resultado así. Mientras tanto, One sigue inculcando a sus jugadores una de sus instrucciones más recurrentes: «No tengáis miedo». Y es porque ese miedo a fallar no lo tenía él. Precisamente, le faltaba velocidad y le faltaba miedo, el resto iba incluido en un pack que deparó tardes (y mañanas dominicales en el viejo Zorrilla) que yo nunca olvidaré. Gracias por tanto.

Durante la temporada 1990/91, yéndose de un contrario, y a la derecha en el año de su debut, con 18 años.

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