De Solé a Leo Suárez, Argentina abastece

Arriba, Juan Solé (tercero por la izquierda en la fila de arriba)
Leo Suárez y en la foto de la derecha, Heinze

José Anselmo Moreno

Cuando llega un jugador a tu equipo es como si hubieran traído un mueble nuevo a tu casa. En los 93 años de historia del Real Valladolid han pasado por aquí casi mil jugadores, según Transfermark, obviamente los españoles son mayoría, y también los castellanos y leoneses, pero hay futbolistas de hasta de 48 nacionalidades diferentes de los 186 jugadores que pertenecían o pertenecen a otros países.
Entre los extranjeros, la nacionalidad abrumadoramente predominante es la argentina. Paradójicamente, actualmente no hay argentinos en la plantilla, pero han vestido la blanquivioleta hasta 37 jugadores argentinos, oriundos al margen.
El último fue Leo Suárez la campaña 2018/2019. En total, los argentinos han jugado un total de 841 partidos y han marcado 22 goles, pero de los goleadores hablaremos más adelante. Antes que Leo Suárez estuvieron Cristian Espinoza, Lucho Balbi, Juan Neira, Damián Escudero o aquel Marcos Aguirre que pasó a la historia precisamente por marcarse «un Aguirre». Es decir, no haber hecho absolutamente nada en toda la temporada y marcar el gol decisivo, cosa que también tiene su mérito.


Antes de Marcos Aguirre hubo una serie de jugadores que no pasarán precisamente a la historia por las satisfacciones que dieron a la afición vallisoletana. Hablamos de Martín Cardetti, que falló en Santander un gol a puerta vacía que pudo evitar un descenso y que iba solo de poner al cabeza. Hablamos también de Pablo Paz, que ya vino a Valladolid con una rodilla bastante tocada. También del Chapa Zapata o del guardameta Orcellet que, a su modo, también se marcó un Aguirre, apenas jugó pero el tipo paró el mismo día dos penaltis.
Antes de Orcellet estuvo el central Muñoz Mustafá, a quien Santi Llorente tenía mucha fe pero solo hizo un partido bueno, aunque absolutamente impecable, o Turu Flores, a quien mejor olvidar porque cobró una pasta y no justificó ni su fama ni su salario.

HUBO DE TODO

Jugaron muchos más aunque con distinta suerte como Pablo Javier Richetti o Albano Bizarri, ambos coincidieron con otro argentino que salió muy rentable a las arcas vallisoletanas, Gabriel Heinze, quien no solo fue traspasado por cinco millones de euros sino que el Valladolid percibió derechos de formación de sus millonarios y sucesivos traspasos. Coetáneo a Heinze está uno de los argentinos que más goles ha marcado con la blanquiovioleta en Primera, Diego Klimowiz, que recolectó siete goles a lo largo de sus dos temporadas, si bien es verdad que estuvo implicado en aquel partido que el Valladolid perdió en los despachos por alineación indebida, Sin culpa alguna del jugador, ciertamente.
Antes que Klimowicz hubo otros dos, uno bueno y otra malo. El bueno es Ricardo Albisbeascoechea, jugador fiable que vivió una de las mejores épocas en la historia del Real Valladolid y que en este libro tiene un capítulo para él solo.
El malo es Eduardo Oviedo, delantero que venía de hacer goles en Zaragoza pero que aquí no demostró absolutamente nada No metió un solo gol ni estuvo cerca de meterlo siquiera. Es más, el Valladolid no ganó un solo partido con él en el campo pero su falta de rendimiento propició en el mercado de invierno la llegada de Polilla Da Silva. Ni tan mal.
Y antes que Oviedo y después que Daniel Gilé (según muchos el delantero que más fuerte le ha pegado al balón con la albivioleta) llegó el argentino que más partidos ha jugado con el Pucela, Carlos Alberto Fenoy, portero de la década de los ochenta y probablemente, junto a Ravnic, Asenjo y César, el mejor portero que uno haya visto bajo los palos de la portería de Zorrilla. Fenoy compartió vestuario con otro argentino que ni siquiera llegó a debutar oficialmente: Mario Luna.

Antes que Fenoy hubo otro portero argentino, Osvado Santos, que vino para quitar el puesto a Llacer pero solamente pudo hacerlo durante ocho partidos. De hecho, Llacer solo vio peligrar su puesto una vez, y no fue precisamente con Fenoy. Fue el año de Miroslav Bebic. El guardameta balcánico había pasado una prueba en la concentración de la plantilla con Pachín en Bugaria. Cuando Llacer vio entrenar a Bebic se dijo a si mismo: Este año no me como un colín. Era un tipo de 1,96 que las sacaba por arriba, por abajo y llegaba a todas. Según Llacer entrenado era impresionante, El problema es que en los partidos no rendía igual. Y hay anécdota también al respecto, Entrenaba tan fuerte que en una ocasion le dio tal golpe a Rusky que salió despedido cuatro metros. Se acercó Pachín y le dijo: «Que no va a jugar, no me lesione a a los titulares, haga lo que haga no va a jugar». El caso es que no fue exactamente así porque Bebic fue el héroe de una Copa del Rey memorable y el portero, junto a Llacer, del ascenso de la temporada 79/80, ya con Eusebio Ríos en el banquillo.


Más argentinos pero que se pierden en años muy pretéritos fueron Aramendi (el más goleador), Franco o Pontoni, un defensa que jugó en la temporada 60/61 y que fue el segundo en llegar, aunque irrelevante. El primero fue Juan Solé, un defensa extraordinario que formó parte del Valladolid de los sesenta aunque llegó con apenas veinte años y sin experiencia. Una grave lesión le apartó de un carrera que estaba detinada a ser la de una estrella.

Otros argentinos fueron Oswaldo Cortés, Palacios, Rubén López, y Diego Mateo. Nos hemos dejado a dos, que protagonizaron sendas polémicas con sus fichajes: Walter Lozano, quien se dijo que costó menos de lo que se informó en realidad y que hubo de irse de Valladolid tras ser sorpendido por un directivo de juerga a altas horas de la madrugada. La noche vallisoletana le gustaba y aunque su rendimiento fue bastante notable sobre todo en la temporada del ascenso en Palamós, acabó pagando sus ganas de disfrutar de la vida.


Y el último es Fernando Alí Navarro, que costó una barbaridad en su epoca, 28 millones en el Real Valladolid de los ochenta era una salvajada, y que vino con la etiqueta de mejor extremo de América. Una vez aquí, ni justificó su fichaje ni el dinero que pagaron por él. Dio la asistencia a Jorge del primer gol que se marcó en Zorrilla y poco más De hecho, estuvo sin ficha durante algunas temporadas para dar entrada en la plantilla a Da Silva y Mágico González pero cobró todo su contrato. Uno de esos fichajes que, como el de Turu Flores, resultaron ruinosos aunque lo del segundo de ellos fue solamente una cesión.

Y de argentinos hay una historia que me contó Gonzalo Alonso en la famosa comida del 75 aniversario. En los 80, un representante le ofreció a un tal Cristóbal Espínola diciendo que hacía jugadas impresionantes para que sólo hubiera que empujar el balón a gol. El gran Gonzalo le contestó: «Vale, su chico será un fenómeno pero es que yo quiero fichar precisamente a ese, al que sólo la empuja». Genio y figura.

OTRAS NACIONALIDADES

El segundo país extranjero que más ha aportado a la historia del Real Valladolid es Uruguay, con 26 futbolistas de esta nacionalidad, algunos memorables como el gran Cacho Endériz, quien junto a Julio César Benítez y Mario Pini fueron los primeros (el último ha sido Lucas Olaza). Un uruguayo, ni llegó a debutar en partido oficial: Gustavo «Chavo» Díaz. Estuvo tres temporadas pero su bagaje en el fútbol español se limita a cuatro partidos en el Albacete.

La tercera nacionalidad por número de jugadores también es suramericana, concretamente la brasileña, con 19 jugadores y entre ellos posiblemente un de los mejores extranjeros de la historia del club: Edu Manga. Desde Colombia vinieron 12 futbolistas y el Valladolid fue precursor en traer colombianos a Europa. Probablemente sea de los equipos españoles que más colombianos han tenido en sus filas, Unos depararon un rendimiento notable, como Harold Lozano o Leonel Álvarez y otros, como Castillo, Alcatraz o René Higuita mejor olvidar.


Desde Paraguay se vistieron de blanquivioeta ocho jugadores, entre ellos uno mítico;: Mario Jacquet y el último, Hernán Pérez. Entre los europeos, el país desde el que más jugadores han llegado es Portugal, con nueve (el último, Jota). Tras Portugal se sitúa Serbia, siete jugadores, y Croacia y Francia, con seis. La mayoría de los franceses no fueron determinantes pero entre los croatas fueron inolvidables Ravnic, Jankovic, o Miljus, que metió el gol mil de la historia del Real Valladolid.


También ha habido siete chilenos (entre ellos el gran Pato Yáñez y ahora Fabián Orellana), cuatro venezolanos (algunos ni llegaron a debutar) otros cuatro húngaros y tres jugadores llegaron de Honduras (Gilberto, Guevara y Pavón) e Italia (Rossi, Verde y Fede Barba). Por último, ha habido tres jugadores de Marruecos y Ecuador, y dos jugadores llegaron de Alemanía, Bolivia, Bosnia, Bulgaría (uno de ellos, cedido, por el Atlético; Yankov), Gambia, Ghana y Grecia.
Solamente un jugador ha vestido la camiseta del Real Valladolid de países como Albania (Valdet Rama), Angola (Manucho), Arabia, Austria, Camerún, El Salvador, Eritrea, Suiza, Israel, Guinea, Guinea Bissau, Guinea Ecuatorial, República Dominicana, Rumanía, Suecia, Tayikistán, Japón, Macedonia, Mauritania, México, Montenegro, Nigeria, Polonia, Túnez, Turquía y Ucrania, con Lunin como único representante.
Nunca se han puesto la camiseta del Real Valladolid jugadores procedented de Inglaterra, Escocia, Bélgica, Países Bajos, China o Rusia, aunque Rachimov llegó a tener después esta nacionalidad.
En definitiva, que la fortuna ha sido muy dispar en la contratación de jugadores foráneos aunque hubo plantillas en las que venían extranjeros de relleno porque los futbolistas de la cantera eran los auténticos protagonistas. Esa etapa parece, a día de hoy, irrrepetible.

Arriba, Marcos Aguirre y a la derecha, Daniel Gilé

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