Lozano, el colombiano que jugaba silbando

A la izquierda, Harold durante su primer año en el Valladolid. Arriba, una imagen reciente
Con un excompañero en el Valladolid y amigo, el brasileño Julio César Correa

José Anselmo Moreno

John Harold Lozano era uno de los jugadores que más y mejor hacían vestuario. Con una actitud ante la vida siempre optimista y alegre, era el bromista contumaz e impenitente, el amigo de todos. Hasta intentó enseñar a bailar la cumbia a algún compañero, sin mucho éxito. Nunca perdió el humor pese a que una lesión en el cartílago de su rodilla derecha le amargó sus últimos años de carrera.
Hasta finales de 2019 fue el director deportivo del América de Calí y ahora tiene una empresa de representación de futbolistas, pero en los últimos tiempos ha venido muchísimo por Valladolid y, de hecho, aquí me lo encontré un día. En Cali se dedica a su empresa de representación, además de dirigir su propia escuela de fútbol, al estilo de su amigo Juanma Peña.

Harold tenía un bagaje notable cuando llegó al Real Valladolid en el verano de 1996. Ya había estado en la selección colombiana del Mundial de Estados Unidos, con la particular historia que tuvo aquello para el combinado cafetero. En Pucela estuvo primero a las órdenes de Cantatore y después Kresic, Ferraro, Moré… pero dice que el entrenador que, además de Cantatore, más le marcó en su etapa en España fue Gregorio Manzano, quien le dirigió en Valladolid durante la temporada 1999/2000 y que se lo llevó después al Mallorca, donde completó una campaña extraordinaria y jugó más que nunca, pese a que su rodilla ya daba síntomas de fatiga. De hecho, firmó entonces un contrato condicionado a su lesión, ante las dudas razonables de los médicos. «Manzano me daba mucha confianza en el campo», recuerda.

Además de para Manzano, Harold también tiene palabras para Vicente Cantatore, quien le previno de que el fútbol en Europa es más rápido y que tenía que soltar antes el balón. «Él era un entrenador que nos tenía a todos enchufados, era un gran psicólogo, hasta nos dejaba salir de fiesta los jueves pero ya sabía que el domingo nos mataríamos a correr por él en el campo».
Lozano, independientemente del entrenador que dirigiera sus pasos, era un futbolista muy fiable y que siempre daba un mínimo de ocho en clave de rendimiento. Al margen de la rodilla, no tuvo muchos percances físicos y sigue siendo, a día de hoy, el segundo colombiano con más partidos en Primera División, solo por detrás de Luis Amaranto Perea.

EL FAMOSO SILBIDO

Memorable es la anécdota más conocida de Harold, cuando decidió imitar el sonido del silbato del árbitro en el Bernabéu, lo que permitió que el Real Valladolid marcara un gol ante una zaga madridista que se quedó parada, pensando que se había pitado falta sobre Javi Torres. Tote siguió la jugada y sirvió el gol en bandeja a Fernando para el empate a uno. Fue a los seis minutos de un partido que se jugó un 29 de septiembre de 2001. Aquello dio para mucho porque, además, varios jugadores madridistas fueron amonestados al reclamar al árbitro una jugada surrealista en la que se habían parado al escuchar un silbato. Los compañeros de Harold no tenían dudas, siguieron la jugada porque sabían perfectamente de las habilidades del colombiano, que ya lo hacía en los entrenamientos para enfado de quien los dirigía, fundamentalmente Pepe Moré.

Zidane había marcado un minuto antes pero, tras el saque de centro, aquel pitido desconcertó a los jugadores del Madrid y el referido Fernando Fernández, cedido entonces por el Real Madrid, marcó casi a puerta vacía. Tras señalar el centro del campo, Téllez Sánchez, el árbitro de aquel partido, aseguró a todos que él no había pitado nada y se montó el lío. Fue lo más mediático de aquella semana en la prensa madrileña. Mientras las protestas de los futbolistas locales se sucedían, había un jugador sobre el campo que sonreía con cierto disimulo y que esa misma semana declaraba en rueda de prensa: «Que busquen a quien silbó, porque yo en ningún momento hice eso. Yo sólo silbo en el baño. Ojalá supiera silbar así». Todo ello, obviamente, por evitar una sanción que ya ha prescrito hace mucho tiempo.

El caso es que ese partido finalizó con el resultado de 2-2, lo cual empeoró bastante las cosas. Harold solamente reconoció aquello con el paso de los años y hasta cuenta ahora una anécdota muy curiosa. El guardameta César Sánchez fue a abrazarle a él tras el gol de Fernando y le dijo: «Vete de aquí, huevón, que me vas a delatar».

Todo esto se amplificó porque al final del partido el mexicano Cuahtemoc Blanco marcó un golazo a Iker Casillas y eso suponía la igualada y la sorpresa. Ahí viene otra intrahistoria de aquel partido. En aquellos tiempos la plantilla jugaba una quiniela, rellenada por jugadores y personal auxiliar, y apostaron a un 1 en ese partido. Pues bien, no ganaron muchísimo dinero por ese gol del «Cuate», que impidió cobrar un Pleno al 15, que se confirmó con el partido del lunes, el último de la jornada. Sin embargo, todos dieron aquel gol del mexicano al final del partido por bien empleado. Blanco no estuvo mucho tiempo en Pucela pero dio para muchas historias. Lozano, por ejemplo, recuerda del delantero mexicano esa vez en que casi se ahoga en una piscina. Le mandaron meterse en el agua para recuperarse de una lesión y él se tiró aunque no sabía nadar. «Yo no sé nadar, pero si me dicen que me tire yo me tiro». Fue tal cual.

TRAYECTORIA ITINERANTE

John Harold Lozano Prado nació en la tropical Cali un 30 de Marzo de 1972. Debutó profesionalmente en la temporada 91-92 precisamente con el América de Cali y en la temporada 94-95 fichó por el Palmeiras. Allí no tuvo éxito, su fútbol no era para Brasil y, tras esa única temporada, pasó al América de México y donde llamó la atención del Real Valladolid.

Aquí estuvo siete temporadas a un nivel notable, desde la temporada 96-97 hasta la 2001-02. Cuando parecía en su declive se fue al Real Mallorca, donde en su única temporada allí, ganó una Copa del Rey. Al de Cali le tocó la misión de sustituir en Mallorca a Vicente Engonga y su rendimiento fue brutal. Titular indiscutible, su modo de cubrir los espacios le permitió a Manzano jugar con un rombo en medio campo, con Lozano como único medio centro, con Álvaro Novo por la derecha y Albert Riera por la izquierda, Ibagaza en la media punta, y Pandiani y Eto’o como delanteros. Es curioso, porque aquí en Pucela casi siempre jugó con alguien al lado, Eusebio, Vizcaíno, Richetti, Gutiérrez, Turiel, Caminero o Edu Manga.

De España pasó al Pachuca mexicano, donde tras ganar un campeonato de apertura se retiró del fútbol profesional al finalizar esa temporada. Con la selección colombiana jugó un total de 48 partidos y participó en dos mundiales, el referido de Estados Unidos 94 y el de Francia 98, También estuvo en los Juegos Olímpicos de Barcelona.

HIPERACTIVIDAD TRAS RETIRARSE

Cuenta que tras retirarse a finales de 2004, pasó por el mundo de la política y participó en un reality de su país, también fue comentarista y, como está dicho, actualmente tiene su propia escuela de fútbol pero Pucela sigue pesando en su pasado y en su presente.
«De todos los equipos en los que estuve para mi Valladolid ha sido el más especial, por todo lo que viví y por el compañerismo o el cariño de la gente. Aún hoy me para la gente por la calle para decirme que se acuerdan de mí», subraya el jugador que fue presentado ante solo tres periodistas en Pucela durante el mes de julio de 1996. Fue en el hotel Felipe IV tras llegar a Valladolid de la mano del mismo representante que trajo después a Julio César y a Edu Manga: José Rubulotta.
Recuerda Lozano que cuando llegó a Pucela los primeros meses fueron muy duros: «el frío me mataba, pero aguanté y al final, hasta me acostumbré y todo». Tiene raíces en Pucela porque su hizo Nicolás nació en Valladolid. En total, jugó 105 partidos con la camiseta del Real Valladolid en Primera División (más 10 en Copa y 1 en la UEFA) e hizo tres goles. Entre esos partidos está el de la recordada alineación indebida ante el Betis en Zorrilla.

Más tarde llegó su relatada historia en Mallorca adonde llegó ante la insistencia de Gregorio Manzano y, aunque no pasó el reconocimiento médico, la apuesta del técnico jienense salió bien. Lozano jugo más que nunca, y como el contrato estaba condicionado a su lesión de rodilla lo cobró entero y, además, una suculenta prima por ganar la Copa del Rey. De Mallorca se fue al referido Pachuca, para echar allí el telón a su carrera deportiva.

Recientemente estuvo varios meses en Valladolid, aquí se dio un baño de nostalgia y comprobó que el cariño por los amigos que mantiene en Pucela es mutuo. Se pasaba por los entrenamientos y su presencia era todo un acontecimiento. En el club aún quedan Alberto Marcos, Paco Santamaría, Javi Torres, Alberto López Moreno y muchos más de una época en la que el Valladolid se mantenía con solvencia en Primera. Lozano compensó de algún modo aquella temporada en que la llegada de varios compatriotas acabó en un doloroso descenso. Él ni siquiera conoció en Pucela el riesgo o la zozobra de los últimos puestos salvo en la campaña 2000/01 en la que apenas pudo jugar por su lesión. Harold, en plena forma, contribuyó a una gran estabilidad del equipo entre los grandes, algo que ya no volvió a darse durante tanto tiempo. Fue el último gran Pucela y allí estaba «El negro», como le llamaban y le llaman algunos excompañeros. Como dice Chema, era una roca y… chocar contra él durante los entrenamientos no era muy recomendable. Seguramente alguno de los que salieron despedidos tras un encontronazo con Harold echen de menos su buen humor y su actitud ante la vida. Su peremne sonrisa (y sus silbidos) no se olvidan.

Lozano en una alineación del Valladolid que ganó en el Camp Nou
Con Eusebio en su última visita a Pucela

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