Chema, el valor del esfuerzo

Durante la temporada 99/2000 y en la actualidad
De izquierda a derecha: César, Peña, Caminero, Santamaría, Julio César, Turiel, Víctor, Peternac, Torres Gómez, Marcos y Chema

José Anselmo Moreno

No es ciencia ficción, hubo un tiempo en que los periodistas podíamos llamar directamente a los jugadores, hasta a su teléfono de casa. Todo era más fácil, más directo y más cercano. En ese registro, el de la cercanía, Chema era de los que siempre atendía con un talante admirable. Aunque estuviera durmiendo la siesta o viendo su serie favorita. Buenas parrafadas echábamos en esos tiempos en que las relaciones prensa-jugadores eran bien distintas. Mucho antes de que los clubes, todos o casi todos, se transformaran en una especie de búnker.

Y admito que Chema era uno de mis “sobrinillos”. No sé si es que los futbolistas corajudos y que se dejan la piel me interesan especialmente porque era a lo más que yo podía aspirar con un balón. Sin embargo, José Manuel Jiménez Sancho (Pamplona, 09-05-1976) no era solamente pundonor. Esto es solo un resumen de su capítulo pero, por poner algún ejemplo, yo le vi meter golazos desde fuera del área, como uno de volea al Mallorca y otro al Athletic Club, o dar pases plenos de talento, como el que le metió a Fernando Sales en Riazor en un gol decisivo para la permanencia aquella temporada 2000/2001. Ese día, Moré revolucionó el once, cambió a Bizarri por Ricardo, recuperó a Kaviedes y situó a Chema en la media punta. Difícilmente un carrilero puede jugar de media punta, pero Chema jugaba de todo. En Valladolid jugó hasta de lateral izquierdo o en el doble pivote defensivo.

Se formó en la cantera de Osasuna y allí llegó hasta el equipo juvenil para firmar después por el Tudelano. Desde ahí dio el salto al Atlético de Madrid B, donde militó durante dos temporadas. Recuerda de esa etapa allí un golazo desde medio campo al Real Madrid. Al comienzo de la campaña 1997-98 llegó a Valladolid, en principio como suplente de Quevedo. Fue el año en que el equipo participó en la UEFA, pero las cosas no empezaron bien, ni para Chema tampoco. Cantatore fue destituido y Sergio Kresic, tardó bastante en darle una oportunidad. En concreto hasta la octava jornada, por las lesiones de Torres Gómez y Juan Carlos Rodríguez. Jugó de lateral derecho en una línea de cinco. Su debut fue un 19 de octubre de 1997, en un partido con empate ante el Sporting de Gijón y gol de Julio César. A partir de entonces, Kresic confió en él y la afición siempre valoró su sacrificio en el campo. A veces llegó a partirse literalmente la cara.

TODOS CONTARON CON CHEMA

Como todos los de aquella generación, Chema destaca el buen ambiente del vestuario. En una conversación en la cafetería de los Campos Anexos junto a Marcos, Víctor y Turiel uno se les queda mirando y percibe que aquella unión de grupo dio mucho al club en momentos muy complicados. La importancia de un núcleo fuerte en el vestuario es evidente y los cuatro te lo hacen ver. Los entrenadores van y vienen, pero esos jugadores que tiran del carro y, además, son amigos tienen la virtud de aglutinar y contagiar al resto.

En total, fueron diez temporadas de Chema aquí y todos los técnicos contaron con él, Gregorio Manzano, Fernando Vázquez, Pancho Ferraro Pepe Moré y, de hecho, fue con Mendilibar cuando empezó a jugar menos. Tras cumplir contrato, firmó por la Cultural Leonesa donde acabó convirtiéndose en capitán. Más tarde se fue al Guijuelo de Jonathan Martín Carabias. Allí se rebeló como goleador y colgó las botas. Ahora vive entre Gujuelo y Valladolid. Se retiró en el 2013 en el Club Deportivo Guijuelo para coger las riendas de su dirección deportiva.

Actualmente lleva una empresa de mercadotecnia con productos ligados al fútbol, pero cuando le dijeron de venir a Pucela a entrenar a chavales se vino a toda pastilla. Sobre su Real Valladolid recuerda que era un equipo de currantes, no exento de músculo (Harold, Heinze y Julio César) y de calidad (Caminero, Víctor y Eusebio). Buena parte de aquellos compañeros siguen siendo una familia y quedan los jueves para cenar o jugar en las instalaciones de Isailovic. Eso era antes de que la maldita pandemia acabara con todo eso, “pero lo volveremos a hacer”, afirma convencido.

Cuando estaba en León o en Guijuelo seguía viendo al Pucela e iba al estadio todo lo que podía porque su hijo es un hincha incondicional del Real Valladolid. “Aquí en casa me toca ver todos los partidos porque me gusta seguirlo, y además mi hijo insiste bastante en ello porque es muy forofo desde bien pequeño”.

No sé si tanto como el progenitor. El padre dice ahora, cuando han pasado ya catorce años desde que vistió por última vez la camiseta albivioleta ante el Numancia en Soria (con asistencia a Toché) que le costó volver al estadio Zorrilla porque echaba de menos las sensaciones vividas. Antes de eso había jugado 236 partidos con el Real Valladolid y había marcado nueve goles. Hablamos solamente de sus números en la Liga porque la Copa era una de sus especialidades. Como no, participó en aquella eliminación al Real Madrid galáctico estando el Valladolid en Segunda, con Kresic al frente.

PERMANENCIAS LUCHADAS

Con la perspectiva del tiempo, adquiere un mérito inmenso aquel equipo de Moré que se salvó con Pachón, Aganzo, Chema, Jonathan, Óscar Sánchez o Richhetti. Le sobraron diez puntos y aquella temporada se ganó al Barcelona, al Atlético de Madrid, a una Real Sociedad subcampeona de liga (3-0) y se empató al Real Madrid. Chema recuerda aquel equipo heterogéneo como una compendio de virtudes y defiende la calidad más o menos oculta de algunos jugadores que destacaban básicamente por su entrega, pero no solo eso. “Cuando destacas mucho por el coraje se te valora por esa cualidad, pero nosotros también jugábamos al futbol, la tocábamos, teníamos regate, finta, buenos centros y algunos jugadores con una clase inmensa».

“Sí que es verdad que algunos hemos pasado a la historia por ese coraje y la gente aún me para por la calle y me dice que si hubiera cuatro como nosotros otro gallo cantaría ahora en el Pucela” (hablamos cuando el equipo está en puesto de descenso)

Eso nunca se sabe porque el fútbol es un catálogo lleno de cosas sin explicación pero Chema era de los que siempre sumaba, jugara o no. Vino como suplente de Quevedo y asumió su rol hasta que le llegó la oportunidad. Sobre el coraje me dice algo que llama a la reflexión… Según Chema, el coraje se contagia y eso se demuestra en clubes como Osasuna, por ejemplo o el Getafe de temporadas anteriores. “Nosotros nos pegábamos unas palizas impresionantes a correr y teníamos un porcentaje de grasa del diez por ciento, ahora creo que están en el seis, pero recuerdo a Javi Torres y a Marcos hacer kilómetros y kilómetros y llegar de punta a punta del campo, sin descanso”. Dice que ahora ve a futbolistas que se le suben los gemelos en muchos partidos y eso no pasaba tanto en su época, aunque las carreras eran antes más cortas.

Comenta también que actualmente el futbol es más pausado, el juego es más elaborado, no se llega tanto, no se centra tanto y los jugadores son más atletas, pero entonces, con menos físico, “corríamos como bestias”. Admite Chema que sus recuerdos en el Pucela solo pueden ser buenos y le cuesta descifrarlos porque se mezclan con muchos años o compañeros. En diez años fueron muchas las historias y muchos los amigos que hizo y que mantiene.

Ese compañerismo derivó en una amistad que se alimenta a base de cenas y partidillos de los jueves. Son más de veinte ex jugadores y allegados. Por lo que me cuentan, en esos amistosos saltan chispas porque Chema sigue siendo un purasangre. No sabe jugar con el freno de mano puesto. Es lo que tienen los corajudos.

A la izquierda, con el equipo de veteranos del Real Valladolid. Sobre estas líneas, celebrando un gol al Barcelona

Deja un comentario