Hervías, querer estar aquí

Pablo Hervías en una internada por su banda en Zorrilla
El día de la celebración del último ascenso, junto a Toni y Plano. A la izquierda, con su perro

José Anselmo Moreno

Quería incluir en esta segunda entrega a un jugador actual, como en la primera parte, y la semblanza de Pablo me pareció tentadora. Me lo pidió, además, un amigo común. La historia más emocionante de Hervías relacionada con Pucela es todo lo que hizo, y fue mucho, por volver a vestir de blanquivioleta. Conmueve ese deseo, sobre todo cuando hay varios casos de jugadores que han hecho todo lo posible por marcharse, incluso siendo de aquí. Hervías es un ejemplo de adhesión incondicional. Tantas ganas tenía de venir que, con la pierna inmovilizada por su lesión de rodilla, iba al estadio para estar cerca de sus compañeros tras varias horas de coche. Quería estar y jugar en Pucela, fuera como fuera. Y lo consiguió. Está donde quiere estar y la suya es una preciosa historia que hay que contar para que la afición lo valore.

La última temporada llegó a jugar varios partidos de lateral, marcando a jugadores probablemente peores que él. El nuevo Jesús Navas le decían los colegas. Y se fijaba en Navas. Cualquier cosa con tal de mejorar, cualquier sacrificio por estar en el verde. Su vocación de futbolista es infinita, lo que le lleva a ser un friki de este deporte y ver partidos a todas horas. Su sueño era jugar en la Premier, según me confesó durante una tertulia de la Ser en 2017. Me sorprendió en aquel momento, pero le dije: «Aún puedes, eres muy joven». Con el tiempo, su anhelo fue jugar en el Real Valladolid. Algo tuvo que ver aquel ambiente del ascenso o ese público entregado cada vez que Pablo se perfilaba para lanza una falta. Días mágicos para todos.

Dicen que hay que desearlo tanto que la vida no tenga más remedio que dártelo y ese fue el caso de «Pablito», como llaman sus compañeros a Hervías, a quien de pura alegría le costaba fijar la mirada cuando entró en la sala de prensa para la presentación en su regreso a Pucela. Miraba al techo, dando las gracias a todos porque había soñado muchas veces con volver y, ya para entonces, pasaban de 50 las veces que había visto el vídeo del ascenso. Lo dicho, un adorable friki.

La ilusión le rebasaba, sobresalía, casi se le derramaba por la cara. Tras mucho negociar, y poner TODO de su parte, el jugador riojano era presentado un 24 de enero de 2019 en su regreso al club vallisoletano, de nuevo cedido por el Eibar. Fue una jornada inolvidable para él. El contrato era el mismo que la campaña anterior, solo que esta vez la opción de compra era obligatoria si el equipo se quedaba en Primera. Lo que pudo sufrir Pablito con la permanencia aquella temporada…

Hervías dice que ambicionaba volver a Pucela porque aquí se siente «como en su casa» y reconoce que su principal obsesión ya no es, a día de hoy, jugar en la Premier League. Lo es jugar y sentirse importante en el Real Valladolid. La lástima es que al poco tiempo de volver se lesionó en esa rodilla izquierda y pasó por momentos muy difíciles hasta que volvió. Lo hizo con toda la energía de quien es un apasionado por su trabajo. Sufre las derrotas como nadie. Ni duerme. No puede evitarlo.

Pablo Hervías Ruiz (Logroño, 8 de marzo de 1993) fue una de las claves en el último ascenso, con buenísimas actuaciones, goles y asistencias, tanto en los últimos partidos de Liga como en la promoción. Ahí sumó dos tantos decisivos en momentos vitales ante el Sporting y el Numancia. En las celebraciones se desató y, por primera vez, apartó su timidez y su carácter reservado para «explotar» de alegría junto a sus compañeros.

DONDE QUIERE ESTAR

Valladolid era donde quería estar. De la ciudad le gustan muchas cosas, la zona donde vive, el buen tapeo, le gusta el clima, la cercanía a Logroño, hasta a su perro le agrada, de modo que el poco tiempo que tiene para pasear lo hace, mucha veces, con su mascota. Y es que Hervías se harta de ver partidos de fútbol a todas horas, excepto los meses en que no sabía si se iba a recuperar de su última lesión. En este contexto, admite que es una especie de obsesionado del fútbol, pero así es como lo disfruta y, de paso, se fija en jugadores que actúan en su misma posición. Cuando sale a despejarse de tanto fútbol, le gusta ir con su chica por el centro de la capital del Pisuerga, cuyo «embrujo» le ha atrapado. Y de qué manera.

«Volver se convirtió en un sueño porque aquí me siento muy bien, esa es la verdad». Y ya lo de currar «como el que más» y comerse «la hierba» (una expresión muy suya) va en su carácter y en su pasión por este deporte. Con lo que no contaba era con jugar alguna vez de lateral derecho y, ante las necesidades del equipo, lo hizo con un rendimiento notable. «El primer día ante el Real Madrid estaba muy pendiente de la línea del fuera de juego, por si me despistaba, me liaba y metía la pata», recuerda.

Después de ese encuentro, se puso vídeos de laterales para fijarse bien en las peculiaridades de su nueva demarcación. Aunque reconoce que su puesto es la banda derecha, con intenciones ofensivas, no tiene inconveniente en jugar a pie cambiado si es necesario, algo que ha hecho muy poco en Pucela (sí en otros equipos) y que haría explotar su disparo rotundo y casi siempre atinado, entre los tres palos.

LA COMPETENCIA DE LAS FALTAS

Tenía en Pucela muchos «enemigos» para lanzar las faltas (Rubén Alcaraz o Míchel, entre otros), pero enseguida se hizo un hueco con su efectividad y su confianza al tirarlas. De hecho, en Zorrilla se escuchaba un murmullo entre el público cuando Pablo se perfilaba para lanzar una, con esos primeros pasos casi de puntillas. El año del ascenso metió dos prácticamente iguales y desde el mismo sitio, ante Osasuna y Sporting de Gijón. Fue ahí donde se forjó su idilio con la afición, interrumpido por la pandemia.

Cuando volvió al Real Valladolid admite que lo hizo «enrabietado» porque no quería irse y, en su opinión, había perdido cinco meses de felicidad y de fútbol. Su relación de pertenencia incluía a los compañeros, todos estaban pendientes de Pablito. También a la afición: «Por la televisión, desde Eibar, veía el estadio Zorrilla lleno y eso me ponía la piel de gallina, me comía la tele».

Sin embargo, pese a todo lo relatado, no lo ha tenido nada fácil Hervías en su carrera futbolística. Eso, a pesar de ser una de las joyas de la cantera de la Real Sociedad desde bien pronto. El extremo sufrió en 2011 un grave percance en su ojo izquierdo, concretamente un edema en la córnea, y los galenos realistas le prohibieron durante bastante tiempo participar en actividades específicas con balón o en las que existiera contacto físico. Estuvo varios meses de baja, en lo que fue una de las peores etapas de su carrera. Tras superar la enfermedad y sucesivas cesiones a Osasuna, Oviedo y Elche, más su paso por el Eibar de Mendilibar, halló su sitio en Pucela. Todo ello tras tener que pelear siempre contra los elementos, aunque había debutado en Primera División muy joven, el 19 de abril de 2014, precisamente con los colores de la Real Sociedad. Tardó cuatro largos años en volver a jugar entre los grandes. Su meritocracia hasta alcanzar el reconocimiento de todos ha sido laboriosa y persistente. Sin embargo, ya lo tiene. Y lo disfruta. Una frase suya lo explica todo: el trabajo siempre paga.

Conduciendo balón, siempre destacó al hacerlo a gran velocidad
Celebrando uno de sus goles de falta con Antoñito y Óscar Plano

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