El expeditivo gallego de Órdenes, Richard

Ricardo Moar en la temporada 83/84
Imagen de Richard en un despacho
Montes, Richard, Santos, Navajas, Gail, Moré, Jorge, Díez, Pepín, Sánchez Valles y Fortes

José Anselmo Moreno

Cómo no iba a mantenerse el Valladolid en Primera tantos años si hubo temporadas en que coincidieron en su retaguardia Fenoy, Richard, Jacquet, Santos y Sánchez Valles. Con casi todos retirados del deporte, y alguno ya jubilado, hay que decir que era una zaga terrorífica, a cual más aguerrido. Pero nos paramos esta vez en Ricardo Moar Ríos, Richard (Órdenes, La Coruña, 20-9-1953) jugador solamente correcto pero que dio muy buenos años en Pucela tanto de lateral derecho como izquierdo. Eso sí, salió de forma traumática y por la puerta falsa del club. Han pasado 33 años y ya va siendo hora de aclarar todo aquello.

Es curioso lo de este Richard, contrasta su dureza mientras fue jugador de fútbol con su carácter amable en la actualidad, fuera del terreno de juego. Ha sido muchos años secretario técnico del Deportivo, asesor personal de Lendoiro, y cuando el Real Valladolid ha visitado su tierra cuentan que se ha desarmado en atenciones hacia la expedición. Richard estuvo en una preselección de Kubala en los setenta (detalle muy poco conocido) y debutó en Primera División con 18 años en la temporada 72/73. Tras el descenso de un Deportivo en el que la estrella era Paco Buyo se vino al Real Valladolid.

Una de las historias que quiero contar de Richard se centra en su salida del club vallisoletano y no me la contó él sino Vicente Cantatore, a pregunta directa, hace ya dos décadas. Y es que siempre ha corrido un rumor incierto que la historia debe corregir. Richard no agarró de las solapas a Cantatore, ni se medio pegaron, ni nada parecido. Simplemente, hizo una entrada dura a un canterano durante un entrenamiento y el chileno le dijo que si volvía a hacerlo acabaría inmediatamente en el vestuario. El gallego de Órdenes era bravo, al tiempo que muy rebelde, y volvió a dar otra patada poco después. Ese verano tenía competencia dura en el puesto y andaba algo tenso. Tras la segunda entrada al chaval, Cantatore lo expulsó y le apartó del equipo. Lo curioso es que Richard tenía muy buen rollo con los futbolistas de la cantera, a quienes cuidaba y mimaba especialmente.

TORRECILLA, EL SUCESOR

Ya por entonces, el chileno había descubierto que Torrecilla podía jugar, y muy bien, de lateral derecho y recomendó la salida de Richard porque quería trazar una línea de autoridad y, sobre todo, no le veía aguantando el banquillo fácilmente.

El defensor gallego era persona noble, con detalles conmovedores hacia los demás, pero a veces tenía un carácter de mil demonios. Cuando se dio cuenta de que su entrenador tenía razón y que se le había cruzado el cable fue a picar el timbre de la entonces casa de Cantatore en la calle Puente Colgante. Lo mejor de todo es que el último día, a través del portero automático, le pidió perdón sin dejarle hablar y se fue: «Míster, soy Richard, sólo quiero decirle que me equivoqué, le pido que me perdone y nada más, ya me voy». Acabó la frase y cogió su Citroen descapotable camino de Galicia.

Lo curioso es que Cantatore ya le había perdonado, pero como le dijo delante de todos que no volvería a entrenarse con esa plantilla decidió mantener su decisión para no perder autoridad de cara al resto de jugadores. Mantener su decisión le costó no dormir una noche entera y, con el tiempo, reconocer el error de que no debió haber dicho eso a Richard delante de todos, hubiera sido mejor en privado.

Así fue la historia, ni se pegaron, ni después se llevaron tan mal como piensan muchos. Al contrario, Cantatore, el mejor entrenador que ha pasado por Pucela, decía que había que ser muy grande para pedir perdón de aquella manera. Los dos se perdonaron porque a los dos les fue deportivamente bien después y eso ayuda a verlo todo de otro modo. A veces el tiempo cambia la percepción de las cosas y así fue en este caso. Como la vida encierra trampas muy extrañas, aquel incidente fue hasta bueno para todas las partes. Torrecilla triunfó y acabó siendo internacional sub 21 esa misma temporada, Cantatore se quitó de encima a un suplente inconformista, que hubiera vivido atormentado, y Richard volvió al Deportivo, donde jugó varias temporadas más. Allí acabó siendo un reputado director deportivo que hizo fichajes muy rentables para el club y que lo llevaron a competición europea con jugadores como un tal Sergio González. Su labor ha pasado inadvertida pero fue durante algún tiempo el Monchi de Riazor, su visión para ver futbolistas de calidad era inversamente proporcional a la calidad de sus centros cuando jugaba de lateral izquierdo, banda en la que se vio obligado a actuar en Pucela tras la irrupción de Pepín, Aracil y exporádicamente, Pastor.

Sin embargo, probablemente Richard haya sido uno de los mejores defensores que yo he visto en el Valladolid y no solo era dureza, era concentración, coraje, compromiso, raza y una aplicación defensiva admirable. Solo hacía lo que sabía hacer. Y no es poco. Se fue de una forma muy lamentable y eso sabe mal cuando, por ejemplo, se está en la foto más importante de la historia del club. Richard fue campeón de la Copa de la Liga en el 84 y también fue titular en el partido inaugural del Nuevo Zorrilla. Vistió la blanquivioleta en 117 partidos y, de hecho, Pepe Moré y él están en casi todas las fotos de una franja temporal de cinco años gloriosos.

DIRECTOR TÉCNICO EN 3 PAÍSES

Después de retirarse, como ya está dicho, fue secretario técnico del Deportivo en varias etapas, la última acabó el año pasado cuando fue destituido Richard Barral (quien fue ayudante de Marcos Alonso en el Valladolid) y eso arrastró también al otro Richard, Moar. El exjugador del Real Valladolid también ha trabajado en la dirección deportiva del Udinese italiano, del Hannover alemán y últimamente en el Cádiz.

Era de justicia aclarar lo que pasó en su salida y no se trata de maquillar su imagen porque eso ya lo ha hecho él cada vez que hizo de anfitrión en su tierra para cualquier persona llegada desde Valladolid. Una mala patada, o dos, no pueden echar por tierra todo el sudor de un jugador sobre la camiseta del Real Valladolid. Si hablamos de 50 jugadores con historia no podía faltar esta defensa de un defensa que un día se equivocó.

Por cierto, hay una segunda parte de esta aventura de Richard Moar en Valladolid. El equipo solía ser el primero en arrancar las pretemporadas para empezar como un tiro físicamente y en junio del 85, durante las vacaciones previas al referido «suceso» con Vicente Cantatore, una pitonisa le predijo al jugador gallego que tendría problemas con el nuevo entrenador y la misma adivina le aconsejó que no viajara en avión. Así las cosas, el jugador tuvo que ser autorizado por Eusebio Ríos, entrenador del Depor en su retorno, para viajar en tren o autobús en los desplazamientos del equipo. Cosa seria. Un gallego y las meigas… Ya se sabe.

Once de un choque televisado ante el Valencia, que acabó 1-0: Moré, Richard, Minguela (autor del gol), Santos, Navajas, Fenoy, Yáñez, S. Valles, Da Silva, Pepín y Fortes.

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