Gutiérrez, cemento del Europucela y guardián del bajito

Pugnando con Mijatovic en un partido contra el Real Madrid en Zorrilla
Su carácter, ahora en el banquillo del Nacional de Montevideo

José Anselmo Moreno

Álvaro Gutiérrez era de esos jugadores que se hacen necesarios, no son estrellas pero aportan «el cemento» que sirve para armar un equipo. Así lo veía Vicente Cantatore quien le colocó de defensa central en una zaga de cinco atrás porque consideraba imprescindible su presencia en el campo aunque no jugara en su puesto. Más tarde, cuando estaba a punto de sellarse la permanencia le dijo: «Juegas más arriba, junto a Edu Manga, porque vamos a por la UEFA». El chileno comentaba eso en el vestuario pero a la prensa decía que la única aspiración era mantenerse.
En efecto, Gutiérrez, como había pasado años atrás con Gonzalo Arguiñano, era ese jugador de carácter indispensable en el terreno de juego para Cantatore. El uruguayo, además, era el punto de cohesión de la plantilla, el solidario, el del buen humor, aquel que cuidaba de todos y del que todo el mundo hablaba bien. Siempre se recordará la anécdota de que era en el campo «el protector» de Víctor Fernández. En alguna ocasión decía a los defensas rivales desde su 1,90 y tras una fea entrada a su compañero: «al bajito ni me lo toquen». Tanta confianza le tenía Cantatore que se lo llevó al Sporting en el año 2000, cuando ya era una veterano de 33 años. Fue la última aventura de ambos.
En un equipo siempre hay gente dispersa y otros que no siendo brillantes aportan un punto de entrega y concentración que compensa los descuidos de los más distraídos. Eso fue lo que buscaba Fernando Redondo cuando trajo a Gutiérrez junto a los también uruguayos hermanos Menéndez (Javier y Marcelo). Fue el verano en que el equipo subió en los despachos y el entonces entrenador, Rafa Benítez, dijo que quería otros perfiles y que descartaba a los tres charrúas. Sin embargo, el director deportivo insistió en que Gutiérrez se quedaba. Como es sabido Benítez fue destituido en enero del 96 y Gutiérrez pasó a contar plenamente para Cantatore, sobre todo en la temporada 96/97 en la que el equipo se clasificó para competición europea (entonces Copa de la UEFA). Fue aquella campaña en la que se encajaron muchos goles hasta el mes de enero al punto de que Cantatore, que llegó para abordar una salvación que parecía imposible, venía ironizando en el avión con su acompañante. «Tal vez el portero de ese equipo (César) no tenga ni manos».

EL EUROPUCELA

De ahí nació el Europucela, la última época dorada del club. Gutiérrez, Peña y Santamaría eran los defensas centrales que solían jugar en aquel equipo hasta que el uruguayo adelantó su posición para cambiar la formación a un 4-4-2. Santamaría y Gutiérrez marcaban y Peña, con su notable velocidad, solía hacer las coberturas.

Guti (para sus compañeros «Boludo») y Santa tienen mil anécdotas porque no sólo eran (con Marcos) los bromistas del vestuario sino la alegría y la sonrisa permanente de aquella plantilla, en las buenas y en las malas.
Hasta eran bromistas sobre el campo en los momentos de mayor tensión. Cuentan que en un saque de esquina en contra más allá del tiempo reglamentado, con el equipo ganando 1-0 un partido decisivo, le dijo Santamaría al uruguayo: «Vamos Boludo hay que morirse en este balón» y Gutiérrez le dijo: «Más ya no puedo morirme, Santa, ya hace unos minutos que estoy muerto».
Santa y el Boludo solían coincidir casi siempre en el campo aunque en una ocasión salió el uruguayo para sustituir al madrileño. Fue en el minuto 57 de un partido inolvidable, aquel de noviembre del 96 en que el Europucela perdió 6-1 en el Camp Nou. Hubo un homenaje previo a Bakero y, tras el partido, Cantatore mandó salir a todo aquel que no fuera jugador del vestuario. Agacharon todos la cabeza pensando que «el chorreo» del entrenador tras la goleada iba a ser de cuerpo a tierra. Don Vicente esperó a que se marchara el último directivo y les dijo; «juegan bien estos tipos de azul y granate, ¿no es cierto? ¿Y ustedes qué, quisieron unirse al homenaje, huevones…?. El tono fue más conciliador que duro. El chileno, uno de los mejores psicólogos que ha tenido el fútbol, sabía cómo y cuándo tenía que decir las cosas…
A tal punto Gutiérrez era el hilo que cosía a esas plantillas del 95 al 98 que, de vez en cuando, el jugador charrúa sacaba a pasear su famosa cámara de vídeo y, hace bien poco, colgó en una red social el reportaje de un viaje del Real Valladolid a Gijón, compartiéndolo con todos sus compañeros. Los comentarios de estos denotan el aprecio y los lazos que aún «ensamblan» a los componentes de aquel Europucela. Una especie de amalgama indestructible.

«La clave era la gran amistad que nos unía y lo bien que lo pasábamos. Eramos una banda de hermanos dentro de la cancha, que gracias a la épica remontada de la temporada anterior, que nos marcó en nuestra personalidad para el resto de la vida, vimos que nada era imposible y eso nos impulsó a clasificarnos para la UEFA», asegura el uruguayo.

Alvaro Gutiérrez (Montevideo, 21 de julio de 1968) estuvo tres temporadas en el Real Valladolid en las que jugó un total de 66 partidos de Liga, al margen de los disputados en la Copa del Rey y en la UEFA. También jugó en España en el Rayo Vallecano y en el referido Sporting de Gijón y, además, con Uruguay fue 53 veces internacional, ganando la Copa América del año 95 y marcando el último penalti que dio el título ante Brasil.

ENTRENADOR DE ÉXITO

Como entrenador, Alvaro Gutiérrez tiene ya una dilatada carrera y actualmente está al mando del Nacional de Montevideo, el club donde se dio a conocer. Al técnico charrúa, en la línea de su maestro Cantatore, le gusta mantener siempre el equilibrio entre defensa y ataque. Su carrera en los banquillos comenzó en el Atenas de Uruguay y, posteriormente pasó por el Ramplas, Rentistas, Nacional y Al-Shabab (Arabia Saudí). En Uruguay obtuvo dos títulos con el Nacional de Montevideo, un Torneo Apertura y la Liga uruguaya. También como jugador atesora dos campeonatos uruguayos, con el Nacional (1992) y con el Bella Vista (1990).

Tras ser designado mejor entrenador de Uruguay en 2014 tuvo un breve paso por el Liga de Quito y ha vuelto el pasado mes de marzo al Nacional, con el que recientemente ha jugado un cuadrangular en Miami.
Con el pelo blanco y gafas de profesor universitario nadie diría que Álvaro Gutiérrez Felscher fue el auténtico «hormigón» del recordado Europucela o el vigilante de las patadas que daban a sus compañeros de ataque y, sobre todo, el guardián de aquel bajito. Cómo él dice, «el bajito se hizo grande y ya no necesitó a nadie».

Desde Uruguay, Gutiérrez sigue al Pucela como un hincha más. Celebró el ascenso, sufrió la permanencia y sus comentarios en las redes sociales demuestran gran conocimiento del equipo. Fue un precursor de esas redes porque mucho antes de que se inventaran él ya hacía sus vídeos para compartir. Siempre fue una persona destinada a unir a los demás, los empleados del club bien lo saben. De vez en cuando reunía al grupo en torno a su guitarra, una de sus principales aficiones junto al diseño y restauración de muebles. Álvaro Gutiérrez, un buen compañero, un motivador, un jugador correcto y ese «cemento» imprescindible dentro y fuera del campo. Un grande.

Durante un partido de la temporada 96/97 ante el Celta
En una reciente rueda de prensa (fotos cedidas por Álvaro Gutiérrez)
Soto, César, Quevedo, Antia, Fernando, Gutiérrez, Halilovic, Vara, J. Carlos, Peternac y Torres Gómez.

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