Gilberto Yearwood, posiblemente el mejor

De izquierda a derecha: Llacer, Djurovic, Santos, Sánchez Valles, Borja, Gail, Moré, Pepín, Juan Manuel, Gilberto y Rusky
Con su acta de Diputado Nacional en 2018

José Anselmo Moreno

El debate puede ser muy amplio pero como esto es solo un pequeño boceto de la historia de Gilberto Yearwood vamos a darla cortita y al pie. A mi juicio, entre Edu Manga, Yáñez y Gilberto está el mejor extranjero que yo he visto con la blanquivioleta. Si me das a elegir, como dice la canción de Chunguitos versionada ahora por Rosalía, posiblemente diría: «Gilberto, me quedo contigo». Y es que el hondureño hubiera sido un jugador de esos que marcan una época de no haberse destrozado una rodilla. También me quedo con Gilberto porque los otros dos no tuvieron lesiones graves y porque la potencia y la clase del hondureño no la he visto en nadie más. Para la memoria colectiva de los aficionados vallisoletanos quedó aquel «zapatazo» al Barcelona en el viejo estadio. Se veía que iba a ser el gol de la temporada nada más salir el balón de su bota derecha. Así era su disparo: seco, salvaje, rotundo e incontestable.

Costó 28 millones de pesetas y llegó del Elche con la temporada 80/81 ya empezada. Era entonces mucho dinero, hasta llegó a plantearse una derrama, pero el equipo necesitaba claramente un refuerzo porque había empezado muy mal la Liga, encajando muchos goles. Djurovic, un central ya fallecido y fichado aquel verano, tardó bastante en adaptarse y, de hecho, tuvo que ser sustituido antes del descanso en un partido en casa contra el Sevilla (2-3) porque Morete le volvió loco.

El primer partido de Gilberto de blanquivioleta fue contra el Espanyol, lo jugó de medio centro pero es que jugara donde jugara su presencia en el campo era siempre indiscutible. Ya la temporada anterior jugando en el Elche se encargó él solito de igualar un 2-0 en contra en el viejo Zorrilla. Primero marcando el 2-1 y después empujando a su equipo hasta hacer desear a todo el estadio que se acabara el partido.

La última vez que vi a Gilberto fue en Pekín, donde dirigía al combinado olímpico hondureño. Fue poco antes de un partido ante Italia en el estadio de Los Trabajadores de la capital china. Y para ser sincero, desconocía que estaba allí y ni siquiera le reconocí físicamente, lo leí en su acreditación colgada al cuello. Ahora Gilberto se dedica a la política y la transición del campo al despacho, como en el caso de Luis Minguela, la ha llevado muy bien, aunque en política «no hay un partido y una revancha cada semana».

UNA ESTRELLA SIN FORTUNA

Gilberto Jerónimo Yearwood jugó en el Real Valladolid del 80 al 83, pero a pleno rendimiento bastante menos tiempo, ya que tras romperse los ligamentos cruzados de su rodilla derecha en el entonces Luis Casanova de Valencia nunca volvió a ser el mismo. Iba para jugador grande ya desde muy joven. En 2004 fue elegido mejor futbolista de Honduras de la historia y allí, en su país, fue campeón de la liga con solo 17 años, formando parte del Deportivo España.

Era ya algo más que un proyecto de estrella cuando llegó a Pucela. Como dato hay que apuntar que su tirón mediático propició una gira del Real Valladolid por tres países latinoamericanos al término de la temporada 80/81. Ahora, como diputado nacional en su país, sigue siendo todo un personaje en Honduras. «De Valladolid tengo grandes recuerdos, salvo la lesión. Es una ciudad muy interesante desde el punto de vista cultural y además muy linda», dice el exjugador nacido en San Pedro Sula hace 63 años.

Su fichaje fue una operación sorprendente con el sello inconfundible de Gonzalo Alonso. Vamos por partes. Gilberto llegó a España en la temporada 1977/78 fichado por el Elche, donde jugó más de 30 partidos por temporada en sus tres años en el conjunto ilicitano. Allí coincidió con otros latinoamericanos como Trobbiani, Finarolli, Gómez Boglino o el también exblaquivioleta Osvaldo «Petiso» Cortés.
Gilberto había destacado, y mucho, en una fase previa del mundial juvenil del 75 y el Elche de entonces, que dominaba el mercado sudamericano, ya le echó el ojo en aquel torneo. Con su llegada se conformó aquella defensa mítica de los alicantinos formada por Campello, Casuco, Quesada y el propio Gilberto, más Esteban en la portería.
Ramón Martínez llevaba tiempo tras él y supo aprovechar que el hondureño tenía en verano del 80 un desencuentro con el Elche. Era un jugador al que la Segunda se le quedaba muy pequeña y que, además, aún ocupaba plaza de extranjero pese a haberse casado con una española. Así las cosas, el Valladolid se adelantó a otros clubes que tenían sus plazas ya ocupadas (entonces solo podían jugar dos foráneos).

«Betis y Zaragoza me querían pero al final se concretó lo del Valladolid adonde llegué con la temporada empezada y debuté contra el Espanyol en casa. Ganamos el partido y la gente se volvió loca porque creo que fue nuestra primera victoria». Y así fue, seis jornadas había tardado ese Pucela, dirigido por Paquito, en sumar dos puntos de una tacada. Aquel fue el primero de los 65 partidos que jugó Gilberto de blanquivioleta con un rendimiento brutal hasta la tarde negra de Valencia.

No se pregunta qué hubiese sido de su vida sin esa lesión porque subraya que «las cosas hay que aceptarlas como son y ya está, no sirve de nada dar vueltas». En aquellos años el Real Valladolid perdió por sendas lesiones de rodilla a quienes posiblemente han sido su mejor jugador nacional, Borja Lara, y su mejor extranjero, Gilberto. La Ley de Murphy. Inexorable.

Si Borja hubo de retirarse, Gilberto no volvió a ser el de antes a partir de su triada y, de hecho, ya no jugó en un Real Valladolid que, aprovechando sus cesiones a Celta y Tenerife, fichó a otros foráneos como Polilla Da Silva o Mágico González. Esa misma temporada, la de la lesión, se dio de alta temporalmente al argentino Alí Navarro que estaba sin ficha. Cuando Gilberto ya se desvinculó del club vallisoletano volvió al Elche y allí jugó una temporada y media más. Tal vez, su mejor rendimiento tras la lesión sufrida en Valencia lo ofreció en el Celta de Vigo, con el que ascendió a Primera División.

Gilberto no ha vuelto a Valladolid desde los fichajes de los hondureños Guevara y Pavón en verano del 95 y enero de 96, pero confiesa que sigue «desde siempre» al equipo en la distancia. Tampoco Valladolid le ha olvidado porque Gilberto Yearwood era lo más parecido a un astro. De hecho, hizo un Mundial 82 impecable y protagonizó un partido impresionante contra España (1-1) comandando una selección hondureña corajuda y modesta. Entonces se habló del interés del Real Madrid. Poco después, el día de El Pilar de 1982, se lesionó.

No obstante siguió jugando hasta los 37 años, cuando se retiró en el Olimpia de su país. «Podría haber seguido pero yo quería dejar el fútbol a buen nivel y en aquel momento decidí poner fin a mi carrera». A partir de ahí, dirigió a varios equipos hondureños y al Motagua lo hizo campeón. También entrenó en otros países hasta que el año pasado dio el salto a la política formando parte del Partido Nacional, por el que es actualmente Diputado en Cortes.

«Me ayudó en política que la gente me conocía de mi carrera deportiva pero ser conocido te obliga incluso más, no puedes decepcionar a esa gente», asegura el exjugador que difícilmente defraudaría a nadie porque siempre se dijo de él que era un pedazo de pan, tan humilde y buena persona como gran jugador.
De España y de Valladolid guarda un gran recuerdo. «No puede ser de otra manera porque tengo tres hijas españolas», precisa el exjugador, cuyo hijo pequeño se dedica también al fútbol.

Este pequeño homenaje y una semblanza para quienes no le conocieron era algo que le debía a Gilberto. Y se lo debía desde aquel golazo de cuarenta metros al Barcelona. Recuerdo a Pepín pegando saltos y yendo a recoger el balón al fondo de la portería mientras los defensas del Barça se miraban asombrados y aturdidos, como el boxeador que encaja un golpe y no sabe ni dónde está. Yo andaba por allí, justo detrás de aquella escena, en la grada del fondo norte y viendo el partido «a cuadros», entre los agujeros de una valla metálica entonces inevitable. Aquel balón acabó en mis manos minutos después del golazo del crack hondureño. Pensé que vería muchos más goles de Gilberto como ese o parecidos. Ahora, sabiendo el resto de la historia, creo que no debí devolverlo… (el balón). Fue irrepetible. Aquello nunca volvió a suceder.

El exjugador hondureño en la actualidad
Junto a Stielike y Sánchez Valles.
Desde la izquierda: Borja, Santos, Moré, Gilberto, Fenoy, Rusky, Jorge, Eutiquio, Pepín, Duque y Gail.

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