Portazos del fútbol: Javi Jiménez, Borja y los migrantes

Javi Jiménez en un encuentro de la liga Pro-Am
Borja Lara durante la campaña 76/77
Aridane Hernández y Raúl Navas, quienes coincidieron en el Real Valladolid B

José Anselmo Moreno

El fútbol cierra puertas y abre otras. Hay historias curiosas que traspasan generaciones pues, más o menos, son las mismas en una u otra época. Historias de cuando la vida cierra unos caminos y, al mismo tiempo abre otros. Son casos de aquello que pudo ser y no fue. O simplemente, fue de otra manera. También los que emigraron y hallaron su lugar fuera de aquí

Lo que sigue son historias que básicamente afectan a canteranos, casos de lesiones o decisiones puntuales de un entrenador entre otras circunstancias. La primera de ellas, por diferenciarla del resto, no afecta a la cantera y sí a un jugador que llegó para quedarse en Pucela y pasar a ser uno de los nuestros.

Doce, solo doce. Don Javier Jiménez Pozo jugó doce partidos a pleno rendimiento en el Real Valladolid durante la campaña 1999/2000, todos ellos impecables, pero una lesión de rodilla le impidió culminar lo que parecía un fichajazo que venía del Getafe, club que tradicionalmente se ha beneficiado de jugadores del Valladolid, casi siempre a coste cero, como Borja, Rafa, Sousa, Pedro León o Jaime Mata.

Jiménez sufrió una gravísima lesión en el cartílago de una de sus rodillas. Con ello, Valladolid ganó a un ciudadano que triunfa plenamente en la vida pero perdió a un futbolista de esos para muchos años, que era un portento físico y muy del gusto de la afición. Su sola presencia sujetaba el medio campo, llegaba a todas partes, el resto de los compañeros podían dedicarse a mirar hacia adelante. Una bestia que se entrenaba en manga corta a cuatro bajo cero.

Sin embargo, Javi Jiménez (Madrid, 30-4-1976) sufrió varias operaciones, incluso el injerto de un cadáver con una técnica experimental. Lo tenía difícil pero Javi es una roca. Intentó volver en un par de ocasiones y hasta lo consiguió pero ya nada era igual. Después de tres años de baja y ocho operaciones era casi imposible. La condición física del «patachula» (como le llamaba algún compañero) no daba para la élite y hubo de retirarse muy joven, con mucho fútbol aún por entregar. Es uno de esos ejemplos de lo que pudo ser y no fue, de los portazos que pega el fútbol.

Una vivencia muy parecida, salvando las distancias, es la de Francisco de Borja Lara Adánez. Era otro «todocampista», con mucha más calidad que Jiménez aunque de otra época y de otro fútbol. Borja jugó a finales de los 70 y a principios de los 80. Era un fenómeno, cortaba, organizaba, dirigía, veía pases donde no les veía nadie y chutaba con violencia y precisión. Un pack muy caro en el fútbol, un diamante de muchos quilates. Tan bueno era que estando el Valladolid en Segunda debutó con la selección sub 21 y el club ya tenía un preacuerdo con el Real Madrid cuando sufrió su primera lesión, también de rodilla.

Empezó en el equipo del San José, en el patio de ese colegio jugaba algún partido con los alumnos una vez retirado y la rodilla se le ponía como un botijo. El Real Valladolid le fichó con 17 años recién cumplidos para jugar en la recién creada Liga Nacional Juvenil. Ese mismo año subió al primer equipo. Se estrenó un 12 de diciembre de 1976 frente al Calvo Sotelo de Puertollano. Borja crecía en cada partido, su potencial y su presencia en el campo se agigantaban hasta que llegó la primera lesión de ligamentos. Ya mermado, participó en el ascenso de la temporada 79/80 y jugó al setenta por ciento de su físico en Primera División. Aún así era titular con Paquito pero el españolista Ayfuch lo remató en un choque disputado en Sarriá. En este caso, Pucela perdió a un jugadorazo de época pero la Facultad de Derecho ganó a un magnífico (y paciente) profesor de Economía y la Fundación Municipal de Deportes a un extraordinario gestor. Lo de las puertas que se cierran y se abren. Otra vez el fútbol y sus trampas.

SALIERON Y TRIUNFARON

Historias diferentes aunque de ese mismo perfil, de cuando se cierran unos caminos y se abren otros, también futbolísticos en estos casos, atañen a varios canteranos que tuvieron que salir del Valladolid y triunfaron en otros equipos. Tal vez una de las vivencias más curiosas sea la del defensa central Aridane Hernández. Ahora indiscutible en un equipo que triunfa en Primera, como Osasuna.

También fue clave Aridane en el regreso del Cádiz a la élite pero lo que quiero recordar es el contenido de una llamada telefónica relatada por el protagonista. La historia es muy anterior a su actual eclosión en Primera. Había jugado un año aquí siendo juvenil y el entrenador de Aridane en la cantera pucelana, Paco de la Fuente, le llamó un verano al no verle en los Campos Anexos al inicio de la pretemporada. El jugador le dijo que pensaba dejar el fútbol. Vivía en una caseta con su padre, que era pescador, en una aldea de Fuerteventura. En el transcurso de esa conversación, Paco le convenció para que regresara a Valladolid y ese mismo verano Mendilibar le pidió un central para completar el plantel que salía inmediatamente para la estadía en Mierlo. La recomendación de Paco de la Fuente, que nunca vivió del fútbol pero que ve más allá de lo inmediato, fue precisamente Aridane. El jugador canario destacaba técnicamente pero se le tachaba de frío. Aunque Paco le intuía un futuro en la élite, al final Aridane Hernández no acabó de cuajar en el primer equipo del Real Valladolid. Solo jugó algunos partidos intrascendentes aunque sí fue convocado para un encuentro de Primera.

Aridane (Ari para sus compañeros) se fue y empezó de cero en el Ceuta, más tarde en el Eldense, el Alavés, el Cádiz y su definitiva aparición en Primera con el Atlético Osasuna. Estuvo a punto de dejarlo todo pero se ganó (y se gana) la vida como profesional del fútbol. El defensa majorero forma parte de ese grupo de jugadores que se le escaparon al Valladolid de su cantera y destacaron en otros equipos. Aunque no son muchos, aquí se les dió con la puerta en las narices al tiempo que se abrían otras para ellos en otros clubes.

Desde la época de Rubén Baraja no había habido ningún caso especialmente relevante hasta los de Raúl Navas y Quique González. Navas debutó con Javier Clemente en la temporada 2009/2010 y se permitió el lujo de tirar un caño en el Camp Nou durante un partido decisivo. Al final, tampoco se asentó y hubo de empezar desde abajo, en el Celta B, para jugar después muchas temporadas a gran nivel en el Eibar, la Real Sociedad y ahora en el Osasuna, precisamente junto a Aridane.

Otro caso llamativo es el del referido Quique González. Debutó con el primer equipo en un amistoso en Iscar y anotó tres goles cuando acababa de cumplir los 18 años. Parecía que iba para jugador grande pero Abel Resino decía que no era delantero y prefería a Bacari. La historia dice que Quique se regeneró en un goleador brutal actuando de ariete en el Guadalajara, donde marcó 25 goles y llamó la atención del Almería en Primera. Por él se han pagado sucesivos y cuantiosos traspasos porque hubo un tiempo en que no bajaba de los 15-16 goles por temporada.

Algo similar, aunque sin tantos goles que contabilizar, es lo de Rubén Peña, jugador abulense que volvía locos a los defensas del Promesas cuando se median al equipo de la capital amurallada. En esta ocasión fue él quien decidió arriesgar porque no veía claro su futuro en Pucela. Así las cosas, se marchó al Guijuelo y después al Leganés, donde pasó a jugar de delantero y anotó nueve goles en Segunda. Acabó siendo un jugador polivalente que igual jugaba en punta, que de defensa o de extremo de ambas bandas, todo ello con un rendimiento extraordinario en el Eibar y después en el Villarreal, donde se ha asentado como lateral. Otro lateral que se escapó de Valladolid para llegar incluso a ser internacional fue Sergio Escudero.
A punto estuvo de escaparse también Toni Villa porque a Paco Herrera, por más que lo negara, no le acababa de convencer. A última hora, Carlos Suárez incluyó una cláusula de recompra en su traspaso a la Cultural Leonesa y menos mal, porque era obvio que Toni sí valía para el Real Valladolid aunque su progresión se adivina mucho mayor. Tiempo tiene, recientemente ha renovado su contrato hasta junio de 2023.

Hay decisiones muy complicadas con los jugadores de cantera. Es difícil determinar cuándo un futbolista joven ha tocado techo o ya no puede dar el paso definitivo. Así por ejemplo, de Valladolid se marchó el último verano David Mayoral, extremo que apuntaba, y mucho, pero al que las lesiones no dejaban progresar. También dejó volar el Valladolid a Carlos Lázaro pero en este caso estaba muy claro que su rodilla derecha no estaba en condiciones de rendir al máximo nivel y, de hecho, se ha retirado joven y actualmente trabaja en el área de Deportes del Ayuntamiento de Olmedo, su pueblo. Otro que quedó libre fue el lateral Felipe Afonso, quien se fue al Villarreal con el riesgo de que despuntara, como así parecía. Había debutado en un partido de Copa con solo 17 años pero su progresión se detuvo, como también le sucedió a Asier Arranz, extremo ambidiestro que empezó siendo titular con Mendilibar y cuya carrera se paró en seco, ahora juega en Chipre tras hacerlo en la Gimnástica Segoviana. Apuntaba alto, como Alvaro Antón, con quien compartió vestuario, pero ambos se quedaron en menos de lo que prometían. El guardameta Javi Jiménez, también formado aquí, debutó en Primera División con el Levante y no con el Real Valladolid. Ahora milita en el Hércules.

Hay casos a la inversa como los de jugadores que dejaron escapar otros equipos y a los que el Real Valladolid acabó sacando rendimiento. El último ha sido Fernando Calero, a quien dejó escapar el Málaga. Sin embargo, los más significativos han sido los de Fernando Hierro y José Luis Pérez Caminero.

DIFICIL DECIDIR

Como señala un exentrenador del Promesas, Manuel Retamero, a ciertas edades es muy difícil decidir y es fácil equivocarse. Recuerdo un ejemplo de todo esto. En un partido de la extinta Liga sub 19, a primeros de los 90, se medían en los Anexos Julen Guerrero (ya jugador mediático) y el vallisoletano Angel Manuel Mata. Ambos eran los cerebros de sus respectivos equipos y aquel día Mata se comió a Guerrero. Cualquiera de los que vimos aquel partido hubiéramos fichado al pucelano si nos hubieran dado a escoger.

Pues bien, el bilbaíno fue internacional al poco tiempo y Mata tuvo que dejar el Real Valladolid para jugar muchos años en equipos de Segunda B como el Marbella, el Castellón o el Conquense, entre otros. Precisamente, hablando de la cantera bilbaína, el Athletic Club ha tenido que recomprar y pagar a precio de oro a muchos jugadores criados en Lezama y que habían sido descartados. El caso más llamativo es Aduriz, al que ha tenido que comprar en dos ocasiones y una de ellas al Real Valladolid por tres millones de euros en 2006.
Así pues, no han sido muchos los errores del Pucela en comparación a los cometidos por otros clubes pero sí ha habido futbolistas que se han ido de aquí y, a cambio, llegaban otros mucho peores. El triunfo y el fracaso dependen de muchas cosas, algunas veces de un golpe de suerte o de un entrenador concreto que de o no confianza. Es la teoría que siempre defiende Oscar González, los entrenadores son fundamentales en la carrera de un jugador. Y razón no le falta. Sin embargo, como se ve en estos ejemplos, a veces se cierran unos caminos y se abren otros. Las puertas del fútbol, como a veces en la vida, también son giratorias.

Asier en un partido con la Gimnástica Segoviana
Quique González con la camiseta del Promesas

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